Los ácidos grasos omega-3
Los ácidos grasos omega-3 son lípidos esenciales que no pueden
sintetizarse en el organismo por lo que deben tomarse con los alimentos. Se
conocen ya los beneficios en el cuidado de la salud que supone incluirlos en la
dieta.
Con respecto a las enfermedades coronarias, los ácidos grasos
oleico (el que contiene el aceite de
oliva) y omega-3 inciden positivamente en todos los factores de riesgo
asociados a la patología cardiovascular. Mejoran el perfil lipídico elevando el
colesterol bueno (HDL), reduciendo tanto el colesterol malo (LDL) como los triglicéridos,
evitan la oxidación de las grasas que posteriormente dan lugar a la placa de
ateroma y facilitan el funcionamiento del endotelio vascular y de la membrana
celular. En definitiva, limpian las arterias y las mantienen flexibles. De esta
forma, previenen el infarto y los accidentes cerebro-vasculares. Asimismo,
reducen la presión arterial, mejoran la glucemia y ayudan a evitar la obesidad,
factores que también elevan el riesgo coronario.
También tienen efectos beneficiosos en las enfermedades que cursan
con inflamación. En último término, la aterosclerosis es una enfermedad
inflamatoria, de forma que si los ácidos grasos del aceite de oliva y del
pescado la previenen, también hacen lo propio con otras alteraciones de este
tipo, como el asma, la enfermedad de Crohn, la neumonía
o la soriasis. Se han obtenido resultados espectaculares en pacientes con
artritis reumatoide que aumentan la cantidad de estos nutrientes en su dieta.
Por otra parte, experimentos con animales y humanos han revelado que los ácidos
omega-3 mejoran considerablemente las lesiones de la mucosa gástrica provocadas
por la colitis ulcerosa, una enfermedad que puede degenerar en cáncer. Su
efecto antiinflamatorio consiste en disminuir la sintomatología y los
marcadores histológicos y bioquímicos y de riesgo.
Con respecto a sus acciones en las enfermedades cancerosas, buena
parte de los tumores podrían prevenirse con una buena alimentación, ya que las
tres cuartas partes de los casos de cáncer se deben, fundamentalmente, a
factores externos (tabaco, malos hábitos de vida y dietéticos, exposición a
contaminantes...). Las dietas pobres en grasas saturadas y abundantes en
lípidos monoinsaturados y del tipo omega-3 pueden ayudar a prevenir tumores de
mama, próstata y colon, según los datos de varios experimentos. Estos ácidos
grasos actúan favorablemente en tres procesos fundamentales en el desarrollo
del cáncer: proliferación celular anómala (reduciéndola), apóptosis
(induciéndola) y angiogénesis (evitándola). Finalmente, en algunos experimentos
se ha podido observar que, en presencia de los ácidos grasos omega-3, algunos
medicamentos anticancerosos son mucho más potentes.
La cantidad diaria recomendada de estos lípidos para la población
adulta se sitúa en torno a 1,25 gramos (para los niños un poco más). La mejor
forma de asegurarse este aporte es comer pescado prácticamente todos los días.
Otro recurso es el de los suplementos. No obstante, los expertos aconsejan que,
a no ser que exista una indicación clínica concreta, los nutrientes se deben
ingerir a través de la dieta y no en pastillas. Además, las cápsulas de omega-3
tienen la desventaja de que a veces provocan malestar gástrico y dejan un
regusto persistente a pescado. Una alternativa mucho más agradable es tomar
alimentos funcionales enriquecidos con estas grasas. En el mercado ya existen
galletas y leche de esta clase.